miércoles, 11 de noviembre de 2015

In folk we trust


Sin duda mi estación favorita es el verano pero cada vez me voy haciendo más fan del otoño. Sobretodo si es tan veraniego como este que estamos teniendo.

Una de las cosas que más me gusta es los colores tan bonitos que tiene y el juego que les puedo sacar en las fotos. Estoy de un poetiso y una serenidad últimamente que me sorprendo hasta yo...será la futura maternidad que me sosiega. 

Venga, basta. Hablemos de la ropa. Centremonos en superficialidades que de vez en cuando viene tan bien.

 ¿Alguna vez os he dicho que odio los vestidos de invierno con manga corta? No es que los odie es que no los entiendo y, aparte, quedan fatal si les plantas una manga larga por debajo. Que sí, que hacer capas con la ropa (prefiero llamarlo "layering"...que le vamos a a hacer) es muy de moderna y además va mucho con el rollito grunge noventero que ahora está en lo más top de lo trendiness. Pero no deja de ser absurdo.

Así que estoy la mar de contenta con mi vestido de invierno con manga larga, como dios manda. 

Este es el típico vestido que miras, remiras, pruebas, quitas, dejas, coges, piensas, te vas, te arrepientes y zasssss te lo regalan por tu cumpleaños allá en agosto...hace casi 4 siglos vamos, y guardas en el armario deseandito estrenarlo y afotarlo.


1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo contigo en que no tienen ningún sentido que ciertas prendas de invierno sean de manga corta o tirantes...que eso ya es el colmo!!!
    Tú y tu barrigota guapísimas!!

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